Refugio de Maltratados

El pedagogo social Horst Schmeil regenta en Berlín el primer hogar de acogida para hombres La casa funciona a base de donativos desde 1995
11/01/2004 CECILIA FLETA

Horst Schmeil se separó en 1993 después de sufrir malos tratos físicos y psíquicos por parte de su esposa. Pedagogo social en paro, había sufrido tanto en la última fase de su matrimonio que decidió ayudar a otros hombres que pasan por la misma experiencia. En su propia casa, en el barrio berlinés de Spandau, Schmeil regenta desde 1995 el primer hogar de acogida para hombres maltratados.

"Acabó conmigo. Y diez años después me sigue haciendo la vida imposible siempre que puede", explica ahora. Su colaborador, Gerhard Hanenkamp, no tiene un pasado menos traumático. Recuerda lo difícil que era conciliar el sueño en el hogar conyugal después de haber sido amenazado por su mujer con un cuchillo. "Ya no te puedes quedar dormido porque temes por tu vida". Nunca lo denunció a la policía porque se hubiesen reído de él. "¿Cómo vas a explicar algo así?", se pregunta.

Hanenkamp lleva diez años en tratamiento psiquiátrico. "Una paliza se cura pronto, pero las secuelas del maltrato psicológico pueden tardar años en borrarse", lamenta Hanenkamp, que por haber pasado una semana ingresado en un psiquiátrico nunca más ha vuelto a encontrar un empleo.

La casa de Schmeil dispone de espacio para albergar hasta ocho víctimas de malos tratos, la mayoría de ellos padres que no pueden ver a sus hijos a causa del proceso de divorcio, durante el cual se han sentido maltratados física o psicológicamente. Aquí reciben alojamiento por el tiempo que necesiten, asesoría jurídica y apoyo psicológico.

Todos los miércoles hay una reunión y siempre hay alguno que viene a contar su caso. "Aquí encuentran por primera vez a otros hombres que les escuchan y les creen porque han pasado por la misma situación", explica Schmeil. Otros no se atreven a venir ni a llamar personalmente. "Ayer llamó el hermano de un hombre que necesitaba ayuda y ni siquiera se atrevía a ponerse al teléfono", añade.

Hanenkamp es un caso más de los que se sienten víctimas de su divorcio. En los diez últimos años no ha podido pasar más que unas horas con su hija menor porque su exmujer se lo impide. Cuando Schmeil y Hanenkamp oyen hablar de las sentencias de custodia compartida que se dictan en España miran al techo con cara de felicidad. "Esa es la situación ideal", sueñan.

Schmeil no recibe ninguna subvención pública. Vive del paro desde hace diez años y con frecuencia tiene que pagar de su bolsillo los gastos de la casa.

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